14 (malas) excusas para no escribir (Final)
Continuamos hablando sobre las excusas para no escribir y los pretextos que ponemos los escritores para no hacer nuestro trabajo, y cómo desmontar esos argumentos. Si lo deseas, puedes refrescar las primeras 7 justificaciones que esgrimimos en la primera parte de esta serie.
8. Tengo miedo a la crítica
Detractores hay siempre miles, y gracias a Dios por ello. Pero si el miedo a ser criticado te paraliza, mal vas.
En algún momento lo que escribes tiene que pasar por el escrutinio de los demás, o lo que estás escribiendo es un diario y sólo sirve para tu deshago personal. El escritor necesita que los demás escuchen su historia y la plasma en blanco y negro con el objetivo de trasladar una emoción o una enseñanza al lector. Así sea por simple diversión, la literatura tiene un propósito, que no cumple si otros no te leen.
La crítica, en especial la que se emite de forma ácida y destructiva, asusta. Pero al menos, si es sincera, nos permite evaluar si vamos por mal camino. Mucho peor es el pase de manos edulcorado de quien no desea ofenderte, porque te creará la ilusión de que eres buen escritor sin llegar a serlo.
Por lo menos en los primeros borradores de una obra, debes buscar la opinión de lectores ceros que emitan un criterio bien fundamentado y te ayuden a eliminar las imperfecciones de tu escrito. Busca siempre la crítica de aquellos que se consideran que escriben mejor que tú, pero no rechaces —ni te enfades— ante un criterio negativo.
No tienes que temer al ridículo: es tu obra la que tiene fallos, no tú. Sabiendo dónde están los errores, puedes corregirlos.
9. Los problemas del día no me dejan concentrarme
El día a día afecta al que escribe y al que no. A veces los problemas son difíciles de resolver y nos absorben toda la energía y la concentración, pero, a menos que estés en una posición desesperada, no todos los días tienes problemas urgentes que resolver.
Si usas esos contratiempos como excusas para no escribir, tal vez estás mirando tu situación con el prisma equivocado. Si escribir es tu pasión, siempre puedes refugiarte en la escritura precisamente para no tener que pensar en esas dificultades.
¿Es un pensamiento escapista? Pues sí, tal como sentarte a ver una serie de Netflix o beber. Lo que sucede es que, si usas la literatura como vía de escape, al menos estarás haciendo algo productivo con el tiempo que le dedicas; además de alejar el estrés.
10. Me falta creatividad
Lo dudo mucho. Por fortuna, y a veces por desgracia —para aquellos que tendemos a sobre pensar las cosas— nuestro cerebro es una fuente constante de ideas interesantes. El mundo que nos rodea está lleno de historias atractivas. Si todo eso falla, nuestros sueños son un torrente de conexiones raras que podemos utilizar para escribir.
Las ideas, si no se anotan, se pierden en poco tiempo. Hazte la costumbre de dejar tus pensamientos más prometedores en blanco y negro y verás cómo al final del día siempre tendrás algo sobre lo que escribir. Son muchos los escritores conocidos que llevan sus cuadernillos para recoger todas estas cosas y luego aplicarlas a sus escritos.
¿Aún sin ideas? Pues lee. La lectura es siempre una fuente inagotable de líneas de pensamiento que puedes aprovechar, allí dónde otro no las continuó.
11. Estoy oxidado
Esta es una situación en la que nunca vas a encontrarte si estableces una disciplina de escritura. Pero puede pasar que por alguna circunstancia hayas dejado de escribir durante un tiempo y te cueste retomarlo.
Pero, ¿sabes qué? Si eras escritor antes, nunca has dejado de serlo. El hábito de narrar historias es una habilidad que se queda entrenada para toda la vida. Durante los períodos de inactividad, nuestra mente escritora está rumiando y acumulando experiencias, que te harán mucho mejor a la hora de plasmar tu historia en el papel.
Nunca es tarde para escribir. Sobran los ejemplos de grandes de la literatura que vivieron primero una vida rica y plena antes de sentir la necesidad de llevar sus experiencias al papel. Si te sientes oxidado, es una razón más para sentarte a escribir y ver cómo regresan a ti la destreza y la facilidad de poner en palabras lo que deseas contar.
12. Voy a parecer un tonto si fracaso
Justo lo contrario. Las personas te respetarán más por tener el coraje de escribir y exponer tus trabajos a los lectores. La mayoría de ellas sueñan con escribir la novela del siglo y no lo hacen. Es muy posible que seas tú quien lo haga.
Puede que definas el fracaso con no obtener un beneficio económico con lo que escribes. Ten en cuenta que Edgar Allan Poe nunca vivió de sus escritos. Otros autores han tenido que publicar con su propio dinero, y es impresionante el número de escritores considerados consagrados que lo han sido después de muertos.
Escribir es un placer, al igual que salir a la calle a correr en pantalones cortos, cocinar la paella del domingo o jugar al fútbol con los críos. Es pasión por el trabajo bien hecho, remunerado o no. No definas el éxito por el dinero que ganes trabajando, ni en la literatura, ni en ningún oficio creativo.
13. Todo lo bueno de verdad ya está escrito
Pues sí: desde Gilgamesh no hay nada realmente original, y ni eso. De seguro que ya la tradición oral ha cubierto todos los temas. Pero aunque puede que todas las tramas hayan sido escritas, no lo han sido desde tu particular punto de vista.
Eso es lo que marca la diferencia. Cuando escribes tus historias, estas se convierten en únicas, porque son tuyas. No hay nada de malo en cabalgar sobre los hombros de los gigantes para ver más lejos, pero eso sí: lee mucho y lee bueno, para que no reinventes historias que ya de por sí son clichés en la literatura.
14. Necesito poner orden primero
Mientras no sea una burda excusa para procrastinar, es completamente razonable y sano que un escritor profesional establezca cierto orden en su vida. De hecho, es necesario darle la razón a aquellos que piensan que los escritores llevamos una vida bohemia, disoluta y encerrada en una rara burbuja de cristal.
Es que somos los primeros que nos enamoramos de las historias que contamos.
Las vivimos tan hondo, que a veces nos absorben y no cumplimos con nuestras obligaciones del diario. Comer, bañarnos, hacer ejercicio, interactuar con los demás o dormir son cosas que pasan a un segundo plano, dado el placer de ver nuestras ideas plasmadas en el papel (vale, pesao, la pantalla del ordenador).
Pero aunque seamos de esta extraña raza, tenemos que esforzarnos por ser también seres funcionales. ¿Cómo compatibilizar ambas vidas? Fácil: teniendo un horario y cumpliéndolo a rajatabla. Ordena tu vida, e incorpora en ella el tiempo para escribir, leer y crecer.
Pero ten claro que escribir se hace una vez que todas nuestras tareas y responsabilidades del día han sido realizadas. Si no cumples con tus obligaciones, jamás tendrás la tranquilidad necesaria para sentarte a escribir.
Ya no te quedan excusas para no escribir, ¿eh?…
Puede que seas tan, pero tan creativo que tengas otra que no está incluida en esta lista. Tal vez si la compartes en un comentario pueda ayudarte a ver que es solo eso: una justificación para no escribir.
Si esa excusa para no hacer lo que debes te parece válida, pues no pasa nada. Puede que te falte la fuerza de voluntad para convertirte por derecho propio en un escritor, pero no tenemos la actitud ni la aptitud para desempeñarnos en miles de oficios.
Querer no es necesariamente poder, si no haces lo único que te convierte en escritor. A estas alturas, espero que te quede claro que es lo que debes hacer. Si aún así no puedes, dedícate a otra cosa. Nadie te juzgará.