5 preguntas para armar un buen conflicto narrativo
El conflicto narrativo es un elemento esencial en una historia, pues constituye su núcleo y el motor que impulsa al lector a seguir la narración. Si no hay conflicto, sencillamente estamos en presencia de una bonita y aburrida descripción de atmósfera y personajes que no lleva a ninguna parte.
Puede que, dentro de la narrativa contemporánea, estas historias «sinflictivas» han tenido cierta popularidad dentro de la rancia crítica. Pero sin conflicto, sin que dos fuerzas opuestas se enfrenten y se la pongan difícil a los personajes, es muy difícil captar la atención del lector.
Y ojo, este conflicto no tiene que ser necesariamente físico. Bien pueden ser dos ideas contrapuestas. Pero lo cierto es que, sin conflicto, una narración no tiene vida, fuerza ni importancia. No llega a los lectores, ni lo mueven a recomendar el libro… ni el libro vende. Hala, lo he dicho.
Unas precisiones sobre el conflicto narrativo
Antes de plantear las preguntas que debes responder sobre tu conflicto narrativo, unas aclaraciones necesarias:
Equilibrio en el conflicto narrativo
En todo conflicto debes velar que exista equilibrio entre las fuerzas enfrentadas. El conflicto sólo funcionará si los dos antagonistas tienen posibilidades de triunfar, si le echan ganas o buscan aliados que equilibren la balanza.
Si Jonathan Harker no tiene a su lado al doctor Van Hellsing y sus compinches, ni en sueños podría desafiar al conde Drácula por el amor de Mina. Y si los creadores del cómic no se hubieran sacado del sombrero la kriptonita, ¿cómo rayos podría Lex Luthor enfrentar a Superman?
Dosificación del conflicto narrativo
El otro aspecto a tener en cuenta para establecer el conflicto narrativo es su dosificación a lo largo de la obra. Si ya tenemos claro que el conflicto es el corazón de la narración y lo que la impulsa, pues nada más lógico que este se dosifique a partes iguales en las secciones clásicas de toda narración: introducción, desarrollo y desenlace.
Sea un relato, sea una novela, mi recomendación es que cada una de estas secciones se repartan el espacio equitativamente. No, no bromeo. En un cuento de tres cuartillas, una para cada sección. En una novela de 300 páginas, un centenar a cada parte de la obra. Las fronteras entre una y otra pueden ser difusas, pero un conflicto bien dosificado, sin sobresaltos, es lo que hace a la lectura fluida.
La introducción plantea el conflicto, al tiempo que establece el marco, las circunstancias y los personajes que estarán envueltos en su resolución.
Durante el desarrollo, el conflicto se complica y aparecen nuevas dificultades que los personajes han de vencer, los cuales suelen hacerlos progresar en su arco de personaje y los prepara para poder encontrar una resolución al conflicto.
Ya en el desenlace hay un punto de inflexión dónde el conflicto narrativo llega a su resolución final, resultando vencedora una de las partes.
5 preguntas esenciales sobre el conflicto narrativo
Si quieres establecer claramente tu conflicto narrativo, estas cinco preguntas te van a ser de gran utilidad. Puede que las respuestas vayan variando y complicándose, en la medida que aparezcan nuevas ideas interesantes. Pero responderlas antes de poner una sola línea te deja en muy buen sitio para empezar a escribir.
¿Cuál es el objetivo principal del protagonista?
Este tiene que ser trascendente y muy difícil. Y tu protagonista ha de desear llegar a él contra viento y marea, o va a abandonar a la primera dificultad.
Da igual que sea aprobar unos exámenes de ingreso a una universidad o sobrevivir el apocalipsis zombi: si tu personaje principal es un ricachón que pasa de todo o un suicida que estaba esperando que la muerte se lo lleve, pues no hay conflicto. Pero puedes motivarlos amenazando con desheredar al primero y diciéndole que tiene que salvar a su hijo al segundo, para que se levanten del sofá y hagan lo que tú quieres narrar.
¿Qué obstáculos le impiden lograrlo?
Si para llegar de su estado actual a su objetivo, el protagonista lo tiene chupado, pues no hay conflicto entonces. Hay que crear dificultades en el camino que impidan que el protagonista triunfe.
Nuestro estudioso héroe puede tener un profesor que le tiene manía y trata por todos los medios de que suspenda, o nuestro héroe tiene que atravesar un valle repleto de come cerebros. Eso sí, para cada obstáculo que pongas tienes que pensar una vía de solución. Si haces que las dificultades sean infranqueables, te cargas el conflicto y la novela.
¿Quién es el antagonista?
Sin malo, pues no hay bueno. El antagonista es la contraparte del héroe, ese hijo de mala madre que siempre se la está poniendo verde y con pespuntes negros al protagonista en su camino a la victoria.
No tiene que ser una persona en concreto, ni tiene que ser malvado. Puede que nuestro profesor arpía realmente considera que un chaval que ya tiene todo no merece ingresar en la universidad. Y a la horda de zombis le da igual que nuestro suicida arrepentido quiera salvar a su hijo, que está del otro lado del valle: ellos solo quieren comer.
Y, aunque formidable, recuerda lo que hablamos de la correlación de fuerzas y el equilibrio. El antagonista no puede (o no debe) ser invencible.
¿Qué riesgo corre el protagonista si no resuelve el conflicto narrativo?
Para que haya conflicto, para que haya novela, el protagonista tiene que sufrir en grande. Si va de rositas (remember Superman) el lector no va a sentir empatía con él y le dará lo mismo si gana o pierde al final.
Ahora bien: dale un respiro de cuando en vez a tu protagonista. Una novia sexy, sabia y comprensiva para nuestro estudiante ricachón; una casa defendible y llena de armas en medio del valle de los zombis para nuestro padre suicida evitan los infartos.
Luego de eso, puedes ir a la carga otra vez: la novia lo deja por un nerd pobretón, o la casa segura tiene en el sótano lleno de vampiros, más letales que los zombis. Cualquier cosa que sirva para poner en aprietos al héroe, vale para que evolucione y complete su arco de personaje.
¿El protagonista debe sacrificar algo importante?
Desde el principio al desenlace, el protagonista va a ganar experiencia y herramientas para resolver el conflicto narrativo. Pero, para ello, tendrá que perder en el camino. De incumplir esta máxima, estamos tirando al caño el realismo en nuestra obra y los lectores no nos creerán. Por desgracia, para ganar en experiencia es necesario salir de nuestra zona de confort.
¿Aprobar ese examen casi imposible? Pues habrá que dejar Netflix, la Play y las fiestas y pegarse a estudiar. ¿Salvar a tu hijo del apocalipsis zombi? Pues habrá que echar un par de huevos, olvidarse de morir y tirar adelante, por duro que sea.
Mientras mayor sean las renuncias, más será la voluntad del héroe para resolver el conflicto narrativo. Así que papel y lápiz, responde estas preguntas y buena suerte con tu escritura.