Corrección no es edición (pero es vital)
Uno de los pasos más importantes en el proceso de edición de un manuscrito es la corrección de estructura, ortotipográfica y de estilo. Por desgracia, también es uno de los que con mayor frecuencia se saltan las editoriales poco serias para abaratar costes.
En la corrección no puede haber medias tintas: o se hace bien, por un profesional, o no se hace. Por mucho que revisemos el manuscrito (y expertos que seamos en gramática y ortografía), los autores NUNCA lograremos detectar el cien por ciento de los errores en los que incurrimos.
¿Por qué la corrección es costosa?
Lo curioso es que el oficio de corrector como tal no se estudia, se adquiere por experiencia. Ayuda el hecho de tener una titulación en filología y carreras afines al idioma, pero esto no garantiza una buena corrección. Tampoco permite descartar a geniales correctores con estudios en otras disímiles carreras que nada tienen que ver con el castellano.
Sin dudas, producir un texto requiere cierta habilidad que no tiene necesariamente un profesional de la lengua, no importa si eres traductor, catedrático o profesor de español. Incluso los mejores escritores saben que no dominan todos los vericuetos de su idioma y que los gazapos —esos malvados conejitos que todo editor teme— medran en todos los manuscritos sin excepción.
Vienen al rescate entonces los ojos frescos y entrenados del corrector. Porque si no nos damos cuenta de que algo se puede mejorar, no lo arreglamos. Dominar la lengua de forma natural, como lo hacemos los escritores, no nos salva de este importante paso que nada tiene que ver con quitar erratas y faltas de ortografía.
Un libro no: un manuscrito que requiere corrección
Quizás para presentar un libro a una editorial y que lo apruebe basta pasar el corrector automático de texto y que nuestros lectores cero señalen un par de pifias evidentes. Si la historia es realmente buena —subrayado y en negrita— puede que un editor benévolo no preste demasiada atención a errores no garrafales.
Mi experiencia me dicta que, al menos, hay que hacer también una pasada de lectura en voz alta por un programa de text-to-speech (busca “TTS” en Google para más información) para ajustar el manuscrito.
De todas maneras, si es una editorial seria, lo va a mandar a corregir. Y acá viene la primera pista para saber si quien te respalda es de confiar: ninguna editorial que se respete acepta un manuscrito con cero correcciones, directo de las manos del autor. La razón es simple: su prestigio está en juego. Si a una editorial le da igual que un libro de su catálogo tenga erratas, es que está por la pasta y no por la literatura.
Si elegimos bien, luego de la firma de contrato recibiremos un informe de COEE (de corrección ortográfica, de estructura y estilo) que depurará nuestra obra.
Y, ojo: no hay que molestarse con los mil y un señalamientos, ni reservar pupitre en la clase de español. Para restañar el ego, piensa que, aunque sepas lo que quisiste decir, a tu lector puede no quedarle claro, así que el corrector te ha echado una mano para clarificar tu mensaje.
¿Qué hace un corrector?
Esto es lo que debes esperar de una buena corrección de tu manuscrito:
- Se detectan y corrigen los errores ortográficos.
- Se remedian errores de léxico.
- Se enriquece la diversidad léxica del texto.
- Se corrigen los errores de sintaxis.
- Se modifica la sintaxis y la puntuación para hacer al texto más elegante y comprensible.
- Se revisan y unifican los recursos ortográficos y tipográficos no sujetos a normas estrictas, en función del texto.
Esto, querido escritor, no es poco. En mi experiencia es, además, una ducha de realidad para bajarte los humos y que el ego no se dispare: por buena que sea tu obra, siempre es perfectible.
Sin embargo, el proceso no ha terminado, ni de lejos. Porque luego del corrector vendrá tu buen amigo el editor con el cuchillo entre los dientes y el marcador amarillo en ambas manos, para terminar lo que no corresponde al corrector.
¿Qué NO hace un corrector?
El corrector se ocupa de que el lenguaje de la obra sea apropiado, no que lo que se diga tenga pies o cabeza. No es un redactor, editor de mesa, maquetista o asesor de comunicación.
Entonces, no le pidas que…
- Redacte por ti.
- Reescriba el texto.
- Ordene las ideas del manuscrito.
- Revise la calidad de una traducción.
- Compruebe datos del texto.
- Cambie tu estilo.
- Analice la trama de una novela.
- Explique los fundamentos teóricos de sus cambios.
- Revise una y otra vez el texto cuando quieras cambiar algo.
… Porque no lo hará. Algunas de estas competencias corresponden a un informe de lectura editorial, y todas a tu editor (si es meticuloso y está realmente interesado en que tu manuscrito se convierta en el mejor libro que puede ser). Pero ya del papel del editor —antes y después de la corrección— hablaremos otro día.