Corregir las galeradas de tu novela: la última oportunidad
Escribir es fácil. Corregir, muy difícil. En el proceso de publicación de un libro tu manuscrito va a ser sometido a revisiones —muchas y por más de dos personas, si tienes suerte—, así que tu obra original, que revisaste antes de enviarla, habrá sufrido cambios.
No obstante, todas las correcciones se reducen a esto: las galeradas. Esta es la revisión del manuscrito luego de ser maquetado, listo ya para llevarlo a imprenta. Los errores que no se detecten en esta etapa los sufrirá el lector en blanco y negro en el libro (sea digital o en papel) y créeme: un lector puede perdonar un gazapo o dos. Pero por muy buena calidad de impresión que tenga tu obra, si tiene muchos errores, puede que corras el riesgo de que no se te lea, amén de las malas reseñas.
¡Qué vivan las galeradas!
Las galeradas o pruebas de galera son el manuscrito ya revisado por el corrector y el editor, sobre el que el maquetador ha trabajado para convertirlo en un libro. Si has llegado a este paso, pues ¡albricias! Significa que tu libro ya es un hecho o casi. Es también la última oportunidad que tienes de corregir errores.
Por muy bueno que sea, ningún maquetador es infalible. Ni su trabajo se limita en poner tu manuscrito en una plantilla de Indesign u otro programa usado para maquetar. El maquetador se encarga de que la partición en sílabas sea correcta, el texto esté en un formato fácil y cómodo de leer, no tenga errores tipográficos, ni espacios sobrantes entre palabras, ni líneas en blanco innecesarias.
Pero es humano, y la prueba de galera, luego de revisada por el editor (si es un buen editor) debe recibir el visto bueno de aquel que ha escrito el libro.
Como corregir las galeradas
Luego del alegrón inicial de ver tu obra casi cómo la verá el lector, tómate un tiempo para serenarte. Pero no mucho: normalmente hay una fecha límite para la corrección de galeradas, pues debe regresar al maquetador para que haga los cambios y luego pasar directamente a imprenta.
Si ya el editor le echó un ojo experto, habrá eliminado los errores más graves, como palabras divididas en sílabas incómodas (“espectá-culo”, por ejemplo) o palabras que se repiten justo en líneas consecutivas. Pero igual tienes que revisar el texto al detalle, incluyendo hacer una lectura vertical del comienzo y final del bloque para que no haya quedado nada raro en la maquetación.
Ojo, en esta enésima revisión no se espera que hagas cambios significativos. Quizás puedas sustituir una palabra o frase, pero tu editor no aceptará ninguna transformación radical del texto. Nada de incluir o suprimir párrafos o cuartillas: esto ya tendrías que haberlo pactado previo a la maquetación.
Pero eres libre de mirar con lupa y mandar a corregir cambios de fuente, sangrías mal puestas, espacios entre letras, numeraciones, espaciado entre caracteres, etc. Conviene saber en este punto —si además de escritor quieres aprender a revisar como es debido— las normas de la editorial en cuanto a caja de texto, solapas, uso de letras capitales, empleo del párrafo español o americano y mil resquicios más.
¿Cuáles son los errores más comunes en las galeradas?
El mal uso de las comillas es uno de los talones de Aquiles del escritor en español. El tema es que casi todos tenemos teclados con distribución inglesa, que emplean las comillas de los angloparlantes (“”) en lugar de las comillas angulares o españolas («»). Otro de nuestros puntos flacos en el empleo de la raya o guion largo (—), que puede confundirse con el guion simple (-). En esto, también la distribución estándar del teclado tiene la culpa.
Si no los has empleado desde un principio en el manuscrito original, el maquetador tendrá que sustituirlos y ahí se le puede escapar alguno, que tendrás que verlos en la galerada. Claro, que un escritor avezado ya habrá predefinido en su teclado las combinaciones de teclas para obtener esos símbolos. Si es tu caso, no habrá problemas en este frente.
Ya las sangrías son otra cosa: aunque por regla general los programas de edición de texto como el Word ya se ocupan de forma automática, hay veces que se nos escapan párrafos sin sangría. Acá debes revisar la norma de tu editorial. Por lo general se recomienda el párrafo con sangría y sin espacio extra al final, excepto cuando hay un accidente tipográfico que indique un salto en la lectura (como un salto temporal, un cambio de escena o el inicio de un nuevo capítulo). En esos casos, algunos escritores —yo, por ejemplo— utilizamos el párrafo americano, que no lleva sangría. Pero habrá que ver que dice tu editor al respecto.
Otro error es la alineación del texto, que debe ser siempre justificada en una maqueta, pero a veces eso no se cumple. Debes revisar también la división con guion de palabras cortadas, la división de párrafos, las líneas viudas y huérfanas, los saltos de línea, las calles…
El ojo del amo…
Bien es cierto que estos detalles deben ser detectados por el maquetador y actuar en consecuencia. Pero recuerda que aunque el maquetador pone en juego su sueldo si comete errores, una galerada mal revisada se traduce en un libro lleno de errores, para tu vergüenza personal.
El lector no se va a fijar en quien maquetó el libro. Pocas veces se fija en el editor y ni siquiera en la editorial. Él sopesará al autor y su obra, así que sobre ti caerá su juicio, aunque sea un aspecto de estética del libro. Es tu nombre el que está en la portada, así que es tu responsabilidad comprobar a fondo las pruebas de galera para que tu libro vea la luz y comience a caminar bien formado, con todos los deditos de manos y pies.