Musas y rapto creativo: diseccionando la inspiración
En un artículo previo analizamos algunos rituales con los que llamamos a las esquivas musas para que nos ayuden a entrar en ese rapto creativo que nos emociona como escritores. Pero lo cierto es que más de la mitad del tiempo nos concentramos en ser autores, en lugar de escribir.
No tengo nada en contra de quienes salpimentan su carrera en la literatura con un poco de ego luego de publicar con éxito una obra. No hay nada de malo en recibir la apreciación del público lector, porque en un final para ellos trabajamos. Pero lo cierto es que sobran los casos de escritores que tanto se duermen en los laureles que, cuando su cuarto de hora de fama pasa, se enfrentan a la imposibilidad de repetir su encuentro con la inspiración.
Musa, musa… ¿por qué me has abandonado?
Y es que no siempre lo nuevo es necesariamente mejor. Como escritores, aspiramos a que gracias a nuestros estudios, lecturas y experiencias previas cada vez que nos sentemos frente al ordenador brote un texto sorprendente, mucho mejor que cualquier intento previo.
No obstante, lo cierto es que el noventa por ciento de las veces eso no pasa. Muy por el contrario, cuando regresamos —pasado cierto tiempo prudencial— a nuestros libros anteriores en busca de errores de juventud, no es inusual que nos sorprendamos de lo genial que escribíamos antes sin apenas notarlo.
Me sobran ejemplos sobre autores que, luego de uno o dos éxitos editoriales, se han sumido en el completo mutismo creativo. Y es que a lo bueno uno siempre se acostumbra rápido: las presentaciones, los aplausos, la idolatría, las conferencias y —si hay suerte— los cheques gordos son un buen aliciente para la pereza.
Y poderosos espanta musas. Así que disfruta la faceta de autor, pero siempre desde la perspectiva del síndrome del impostor. Aunque los contratos lluevan, hay que ser escritor para cumplirlos.
La inspiración como compañera de viaje
Una preocupación constante en los escritores es la búsqueda de nuevas ideas para construir su obra. En lo personal considero que rehuir conceptos trillados y clichés literarios no es malo, pero al mismo tiempo es casi imposible tener una idea suficientemente original y tan bien desarrolladas que hagamos un parte aguas en la literatura.
En mi experiencia personal, tener una historia 100% original es una carrera perdida contra la inseguridad. Hablamos de más de cinco mil años de tradición escrita desde Gilgamesh, así que es muy, muy difícil tener una idea que nadie haya abordado al menos una vez. De lo que sí estoy seguro es que, a través de nuestros prismas personales e irrepetibles, podemos contar bien una vieja historia de forma tal que resulte completamente nueva para nuestros lectores.
Toda creación literaria es un sistema extraordinariamente complejo y basta con alterar un elemento de la trama, la atmósfera e incluso cambiar de género literario para alcanzar la meta de la originalidad. La inspiración —que proviene del latín inspiratio y se compone de las voces in- (“adentro”) y spirare (“respirar”), lo que se interpreta como «recibir el aliento»— no radica en esa idea de aleluya, sino en la forma en que tomando elementos conocidos creamos una trama atractiva y luego la transmitimos bien.
¿Qué hace falta para atraer esa inspiración? Mucho estudio de los aspectos técnicos de la escritura para tener bien surtida nuestra caja de herramientas, unas lentes bien puestas para extraer de la propia vida historias que ameritan ser contadas, leer mucho de todos los géneros y la fantasía inherente a todo ser humano.
Ejercicios creativos (fitness para el cerebro)
Nuestro cerebro no cesa de tener ideas aleatorias, pero estamos entrenados para concentrarnos en lo importante y hacer caso omiso de las asociaciones que no tienen que ver con nuestra vida diaria. No obstante, el escritor necesita apagar ese filtro lógico y abrirse a todas las posibilidades, incluso las más descabelladas, que nos pasan por la mente.
Te propongo entonces tres ejercicios, creados por el escritor Gianni Rodari, para fomentar tu creatividad:
Binomio fantástico: Enfrenta dos palabras al azar y escribe una historia que gire en torno a ese concepto. Puedes tomar un libro cualquiera, abrir una página al azar, seleccionar una palabra y repetir el proceso.
Hipótesis del absurdo: Usando la pregunta «qué pasaría si…» agrega luego una circunstancia inusual y construye la historia pensando en las repercusiones que tendría.
El gazapo creativo: nuestro subconsciente nos juega una que otra broma. A veces, cuando revisamos, encontramos errores gramaticales que pueden aprovecharse. Un ejemplo clásico está en el cuento de la Cenicienta de Charles Perrault, dónde el famoso zapato era inicialmente de cuero (vaire), pero el autor escribió sin querer vidrio (verre).
¿De dónde viene la inspiración?
Freud, en El poeta y los sueños diurnos (1908), dice que la creación literaria nace de las fantasías y las ensoñaciones. Él compara al escritor con un niño que juega, en el sentido que ambos se toman muy en serio sus ensoñaciones.
Por otra parte, Jung en su ensayo Psicología y poesía (1930) delimita dos tipos de creación literaria:
La creación psicológica
Aquí la inspiración parte de uno mismo, del propio inconsciente. Pero Jung va un paso más allá, afirmando que además del inconsciente individual, todos formamos parte de lo que llama el “inconsciente colectivo”.
La creación visionaria
En ella se toma como fuente de inspiración el inconsciente colectivo, que está lleno de símbolos, sabiduría arcaica e imágenes primigenias. Es el pozo en que reposan todos los sueños de la humanidad, que se enlaza al producto del subconsciente como fuente de inspiración externa y mística.
Por fortuna, no necesitamos siempre ese momento fugaz de inspiración para escribir. Según Graham Wallas, en El arte del pensamiento (1926), la inspiración no es el principio del proceso creativo. Primero viene la etapa de preparación y luego la de “incubación”, una fase en la que no tienes que hacer absolutamente NADA, solo estar atento y escuchar tus pensamientos. Sólo entonces es que llega el “momento eureka”, la idea genial que desemboca en el rapto creativo.
La inspiración llegará en su momento, pero llegará
Al igual que las casualidades no existen, si la inspiración llega en un momento en que no estás receptivo, no te darás cuenta de que ha llegado. Esta tiene que estar enfocada y volcada en tu trabajo como escritor. ¿Cuántas veces no te ha pasado que mientras escribes un personaje comienza a adquirir vida propia y a dictarte al oído lo que haría o diría? Ah, pero eso nunca va a pasar si no estás escribiendo.
Llamar a las musas consiste en mantenerse receptivo, apagar la mente consciente y hacer caso a nuestra intuición, nuestras fantasías y nuestros sueños. Si no llegan tan a menudo, puedes ir llenando el espacio con otros proyectos, cómo hacer artículos en tu página de autor para lectores y escritores.
Lo que nunca, nunca debes hacer es dejar de escribir. Bradbury afirmaba que si escribes un relato cada semana durante un año, es imposible que termines con 52 relatos malos. Al menos uno valdrá la pena. Vale la pena hacerle caso.