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Un autor tiene que vender su historia

 Jordan Belfort, el lobo de Wall Street, fue quien primero formuló un reto parecido que terminó dando la vuelta al mundo. El reto era: ‘véndeme este bolígrafo’. Decía que, sólo escuchando la respuesta de cada entrevistado, podía distinguir a los buenos corredores de bolsa de los cantamañanas.

Lo mismo ocurre en el oficio de escribir. Todo escritor debe considerar este reto con atención si desea verse publicado. La época de los escritores santones y Grandes Budas Serenísimas, cuyo magistral manuscrito se vendía solo, han pasado a mejor vida. No existen y cuanto antes se interiorice esta afirmación, antes tendrá la posibilidad de verse publicado.

Recuerde: lo que no consiga por su cuenta, no lo va a conseguir por la ajena, salvo que sea la ajena la que quiera conseguirte.

El arte de vender su historia

Todo se decide, entonces, en lo efectivo que sea para vender su historia. Venderla no se resume a hablar bien de ella, sino completar un camino muy largo y tedioso que empieza con la búsqueda del editor que la acepte.

No es fácil. Los editores estamos hartos de enfrentarnos a historietas endebles que convierten nuestro día a día en un auténtico suplicio. Sólo de vez en cuando cae entre las manos algo que entusiasma.

El resto del material se busca sondeando a los agentes literarios o a distintos autores, bien para publicarles una obra suya, bien para que les referencien a escritores jóvenes u ocultos valores. Por eso los editores somos remisos a leer manuscritos, salvo que sus autores los sepan vender.

Existen múltiples artículos en Internet (para muestra, un botón) que explican cómo acercarse a un editor para que los escuche. No voy a decir que esos consejos no valgan. Incluso ayudan al enfrentarse con una nueva propuesta, pero, en realidad, no es la información que necesita el editor de primera mano.

Una carta de introducción bien redactada es síntoma de buena educación. El currículo puede valer, aunque, a veces, puede resultar un arma de doble filo. Las sinopsis suelen ser inconsecuentes ya que jamás cuentan de qué va la historia y, según qué casos, el nivel de meta tranca filosófica utilizada las hacen aún más ininteligibles.

Por tanto, no pierdan mucho tiempo en esas cosas porque no suelen interesar hasta después de que el editor haya leído el manuscrito y esté interesado en él.

¿Cómo vender una novela entonces?

Entonces, “¿qué hacer?”, se preguntará usted, ávido de que alguien le lea y valore sus manuscritos.

Lo primero es saber qué necesidades tiene el editor y no describirle la novela. Revise el fondo editorial de la editorial en cuestión y el tipo de literatura que publica. No haga perder el tiempo a los editores con proyectos de temas no tratados en su editorial. Ni los leerán, ni se lo pasarán a otros colegas afines con su tema.

Por tanto, resuma su necesidad y trate de capturar su atención. Lo importante es que lea su obra y no lo mucho que a usted le gusta. Véndale su historia.

Sin embargo, todo lo anterior será un esfuerzo inútil de energía si su manuscrito no cumple con las expectativas. Una novela insulsa, con largas descripciones bucólicas y una manipulación intencionada acabará en una papelera, tras el vistazo desinteresado del editor.

El manuscrito es la mejor (¡única!) forma de vender

Insisto, al escribir sea específico y directo. Si el lector no percibe a las primeras de cambio a dónde quiere llegar su historia, perderá el interés.

Considere el siguiente ejercicio: dispone de dos minutos para vender el manuscrito de El Quijote. Créame, es así. Si se tratase de un guion cinematográfico, el máximo de tiempo del que dispondría sería de treinta segundos.

Suponiendo que dicho objetivo fuese conseguido, todavía le quedaría por resolver un escalón más difícil, si cabe. No olvide que, si bien la revisión editorial y los comentarios ofrecidos son auténticos directos a la mandíbula al ego autoral, todavía queda por superar el tamiz del gran público.

Algo que no suele tener en cuenta el escritor cuando se enfrenta al lector es que no estará presente para explicar su obra. Esto que parece de Perogrullo, no es un comentario baladí. O la obra contesta todas las inquietudes del lector o se convierte en un fracaso.

Un libro, al contrario de la música, la pintura o la escultura, no ofrece segundas oportunidades. Gusta o no gusta. Si la obra no engancha, olvídese de seguir por este camino o empéñese en transitar un calvario en el que se verán crucificados una y otra vez.

Tres momentos para vender su historia

Por eso se insiste tanto en que los escritores estudien y se preparen para enfrentarse al arte de escribir. Es la única forma de conseguir un manuscrito redondo; un caballo ganador.

No olvide que cada vez que un lector compra un libro está apostando en ciego. Si no es un caballo ganador lo que tiene entre las manos, no apostará por el siguiente. De cierta manera se sentirá defraudado; lo que no constituye una buena noticia ni para el escritor, ni para la editorial.

No obstante, existen varios momentos puntuales en los que un escritor dispone de ayuda.

Vender al editor

El primero es tener un buen editor al que ofrecer una obra en condiciones.

Esta deberá venir muy bien escrita o haber contratado los servicios de una buena revisión editorial. Un editor ayudará a disponer de un manuscrito lo más dúctil y vendible posible, pero hasta un límite. Lo malo no tiene solución.

Vender al público

El segundo y más espectacular se produce en la presentación del libro; momento en que el autor tiene que vender su libro a un grupo más o menos numeroso y en el que los errores se pagan.

Digo esto porque, por lo general, las presentaciones de libro se hacen mal. Debe quedar muy claro que los asistentes al acto lo que quieren saber es si el libro les va a llamar la atención y que el motivo principal de la misma es vender el libro. Nada más.

Si un autor en esa ocasión única se dedica a desparramar su ego y sapiencia sepa que, con cada martillazo ególatra, pierde al menos un lector. Si, encima, como suele ser el caso, trae a un colega más conocido y experto, apaguemos la luz y demos por concluido el acto. Muchos han sido los invitados estelares que han hundido la venta de un buen libro. Si se pueden evitar, mejor.

Enfóquese bien: las presentaciones se realizan para vender libros. Todo lo que no se enfoque en la venta es superfluo —embellece, pero no enamora. La venta del libro se perfecciona cuando el lector hace su apuesta y comienza a leer el libro. No es como vender un disco del que se escucha el tema principal y se compran otros once temas que, muy probable, no estén a la altura.

Es importante lo que decía Michael, el personaje interpretado por Robert de Niro, en la película El cazador: un disparo, un único disparo. Eso es de lo que dispone.

Vender al éter

Un tercer momento menos puntual del que dispone es el de la promoción y la publicidad de la obra. Salvo si consigue publicar en una gran editorial con recursos, lo normal es que su obra se promocione por las redes sociales.

Sobre esto se ha escrito mucho y no se va a reincidir en el tema. Lo único importante en este caso es destacar el grado de implicación del autor.

Publicando en editoriales más pequeñas sí va a tener ofertado su libro en la web de ésta y en su catálogo que circula por todas las librerías importantes y grandes distribuidores. Es decir, la editorial va a tomar una actitud activa en la promoción, pero no olvide que ésta tiene que promocionar su título junto con el resto de su fondo editorial y ello conlleva a que el esfuerzo se reparta.

Por ello, el autor tiene que estar dispuesto no sólo a ayudar en la promoción en dichas redes sociales, sino acudir a tantas firmas de ejemplares, ferias y demás actividades que se organicen para estar presente ante el público.

Los Grandes Budas Serenísimas sólo se enfrentarán al fracaso, salvo que bajen de su pedestal y comiencen a moverse.

Algunos datos que asustan

Para que se haga una idea, presentaré unos datos muy breves.

En la actualidad se lanzan unas setenta mil obras de todo tipo al año sólo en España. Jamás considere que su obra, porque sí, ocupe la pole position. Las primeras posiciones las coparán a golpe de dinero las grandes editoriales mediante la compra de espacio físico en librerías y publicidad en prensa (un anuncio en un periódico de tirada nacional, un día, una página completa cuesta alrededor de €6.000,00).

También debe considerar que la vida en estantería de un libro en una gran librería será, máximo, dos semanas. Transcurrido ese tiempo, se devuelven los ejemplares no vendidos a su distribuidor y éste a la editorial.

A su vez, la gran editorial que no consiga ventas voluminosas de forma rápida, dejará de promocionar la obra en cuestión. En la pequeña editorial esta situación se atenúa porque los fondos se promocionan a largo plazo bajo el razonamiento de que un libro que no se conoce, siempre será una novedad.

Vender su historia y no dejar de hacerlo

Por tanto, no se canse ni se extrañe de escuchar que un escritor debe conseguir un directo a la mandíbula con cada obra y, luego, seguir boxeando. Aun así, comprobará que el éxito va a ser escaso. No porque la editorial no se esfuerce, sino porque la competencia es feroz y las circunstancias muy cambiantes.

Concéntrese en escribir unas obras que ameriten su publicación. Ese es el mayor éxito de un buen escritor y el único camino para que, tal vez, alguno de sus títulos logre alcanzar el olimpo de los dioses.

Son muy pocos los autores que viven de las rentas de sus libros. Eso sí, cualquiera lo puede conseguir. Lo malo es que, quizás, lo consiga a título póstumo y le erijan una estatua que recibirá más excremento de palomas y gaviotas que flores ofrecidas en un acto de recordación de manos de unos estudiantes que, ni conocen su obra, ni saben quién fue usted.

Luife Galeano

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